Huellas en el barro,
huellas en la arena,
huellas en la roca.
Huellas, si; en la vida,
en la Luna de Armstrong,
en el alma, en el cuerpo.
Todas; huellas que recuerdan
el ayer de nuestros mundos,
y la viva esperanza de Cruz.
Huellas en el barro,
huellas en la arena,
huellas en la roca.
Huellas, si; en la vida,
en la Luna de Armstrong,
en el alma, en el cuerpo.
Todas; huellas que recuerdan
el ayer de nuestros mundos,
y la viva esperanza de Cruz.
Pobre; el consuelo
de quien, se consuela
por el consuelo nada más.
Rico; aquél que busca el
consuelo de quien es,
consoloador de pobres.
Ambos; desconsolado y
consolador son textura
de tiempos idos y del cielo.
Este querer
no es del amor.
Este querer
no es del amar.
Este querer
tampoco es
de otro mundo.
Este querer
es del ser.
Es tuyo y mío.
Va a pasar, algún día
entre mañana o pasado,
pero habrá de pasar;
cuando los grilletes del
oprobio se rompan y así,
su libertad, sóla logren.
Entonces, galopantes jinetes;
brillar su corcel, harán
entre truenos y relámpagos,
hasta que la justicia, obre
en todas y cada una de
sus amadas criaturas.
Las glondrinas de Bécquer,
volverán en vuelo raudo
hechas trizas ataduras,
testigo será, el cielo;
y gritarán los años juntos:
“¡Aleuya, Aleluya; el Señor
nos ha liberado!”.
Nada; es nada
en la nada, de nada.
¿Silencio y espasmo?.
Desde el principio,
buscamos algo todos,
en la vida de por vida.
El pobre y el rico buscan,
junto al necio, el sabio,
y también el ignorante.
Y, en su búsqueda juntos
todos, de no “buscar”
pecan la “Piedra” que los
constructores despreciaron.
¿Y, tú?; buscador de tormentas,
cazador de inefables quasares,
que remontas soles incendiarios,
de galxia en galaxia; ¿sabes tú
de que “Piedra”, hablo?.
¡Claro que sí!. – Respondió-
y la noche fue como el día
primero; porque Él, estaba en Él.
¡La despreciada “Piedra”!;
por los constructores.
Buscar en lo inefable
de la vida,
en medio de la maraña
de los sesos;
es como saber
el fin del comienzo
de los tiempos.